La biofilia es un término que hace referencia al vínculo positivo entre el ser humano y la naturaleza que le rodea. Aunque el psicólogo Erich Fromm fue el primero en acuñar la palabra, fue el biólogo de Harvard Edward O. Wilson quien utilizó por primera vez este término para explicar la necesidad de las personas de relacionarse con otros seres vivos de su entorno.
Según un estudio de Wilson publicado en 1984, el 99% de la historia del ser humano ha estado estrechamente vinculada a la naturaleza, ya que las personas dependían diariamente de la caza y la recolección de alimentos y materiales para sobrevivir. Actualmente nuestra especie está viviendo el 1% de su historia; donde, por primera vez, gran parte de la población mundial habita entornos puramente urbanos.
Para reforzar su teoría, Wilson hace referencia a las fobias que muchas personas sienten hacia determinados insectos o animales que ya no conviven con nosotros. Por ejemplo, el miedo a las serpientes es una de las fobias más comunes, y esto se explica, según Wilson, porque evolutivamente el ser humano ha convivido durante siglos con este tipo de reptiles como una amenaza y nuestro instinto las reconoce como un peligro; a pesar de que es muy complicado que en una ciudad podamos encontrarnos con una.
Por otra parte, el vínculo que describe la biofilia es positivo y pretende recuperar la conexión evolutiva entre las personas y la naturaleza. Estudios posteriores inspirados en la teoría de Wilson han descubierto que las personas que visitan con regularidad espacios naturales disfrutan de una mejor salud física y mental.
Diseño biofílico para mejorar el bienestar de las personas
Una vez contrastados los beneficios de la biofilia, surge la necesidad de adaptar nuestros entornos con diseños que nos permitan integrar la naturaleza en nuestro día a día. Esto es lo que se conoce como diseño biofílico, un término que cada vez gana más importancia en el ámbito de la arquitectura y la edificación.
Introducir plantas, habilitar puestos de trabajo con vistas al exterior o a un jardín, priorizar la luz natural, crear zonas verdes interiores o añadir elementos que simulan la naturaleza son algunas de las medidas que favorecen un diseño biofílico y que mejoran la productividad, la creatividad y la sensación de bienestar de las personas que ocupan dicho entorno.
Poner en práctica este tipo de medidas no resulta especialmente complicado y aporta múltiples beneficios que ya se han extrapolado a grandes desarrollos urbanos, donde los parques y los corredores verdes tienen cada vez más protagonismo. El siguiente paso es generalizar el uso del diseño biofílico en los edificios en los que vivimos y trabajamos, logrando así una integración más completa entre la naturaleza y la ciudad.
Para introducir de forma eficaz este tipo de requisitos es importante contar con una metodología que actúe de guía. En este sentido, la biofilia es un concepto reconocido y valorado por la certificación WELL, que estima de forma positiva el impacto de la naturaleza en las personas.