

La relación entre los edificios y la salud es una evidencia científica que se debe tener en cuenta a la hora de diseñar los espacios interiores en los que vivimos o trabajamos. De no ser así, los ocupantes del edificio pueden sufrir el denominado “síndrome del edificio enfermo”, un término que hace referencia a distintas dolencias provocadas por la mala calidad del aire, un equipamiento deficiente o el abuso de revestimientos tóxicos.
Ojos irritados; garganta seca; dolor de cabeza; fatiga mental; mareos y náuseas; dificultad para respirar o erupciones cutáneas son algunos de los síntomas más habituales del “síndrome del edificio enfermo”. Si bien, los expertos consideran que al menos un 20% de los ocupantes del inmueble deben sufrir algunos de estos síntomas, sin otra causa orgánica o física, para que se considere que el edificio produce este trastorno.
A finales de los años 80 la Organización Mundial de la Salud puso nombre al conjunto de dolencias que padecían los residentes de ciertos edificios. Se comprobó que determinados aspectos arquitectónicos, como una mala ventilación o la falta de iluminación natural, hacían enfermar a las personas que pasaban gran parte de la jornada en el interior de esos inmuebles. A pesar de que la mayoría de los síntomas son temporales y, en muchas ocasiones, desaparecen al salir del edificio; hay enfermedades como el asma que se pueden manifestar de forma permanente.
¿Qué causas pueden producir el síndrome del edificio enfermo?
Los edificios que producen este síndrome comparten algunas características que afectan física y mentalmente al ocupante. Por ejemplo, una iluminación deficiente en la que los interiores del edificio apenas reciben iluminación natural obligan al uso de luz artificial; lo que puede producir destellos, falta de contraste o brillos excesivos que provocan estrés visual (irritabilidad ocular, dolor de cabeza…).
La mala ventilación del inmueble es otro factor problemático que puede perjudicar la salud del ocupante. Algunos espacios interiores no están debidamente ventilados de forma natural, lo que favorece la acumulación en el ambiente de polvo, vapores orgánicos e, incluso, malos olores que pueden generar estrés, sensación de agobio o alergias e irritabilidad.
Otro aspecto que puede agravar la mala calidad del aire es el uso de materiales o revestimientos que contengan COVs (Compuestos Orgánicos Volátiles), partículas en suspensión que se desprenden de algunas pinturas o barnices y cuya toxicidad puede resultar dañina si se respira de forma habitual. Además, algunos edificios interiores cuentan en su interior con un gran número de revestimientos textiles, como alfombras o moquetas, que generan polvo, ácaros y fibras en suspensión que pueden terminar causando alergias o irritabilidad a los ocupantes.
También es importante incluir, como potencial causante del “síndrome del edificio enfermo”, el mal acondicionamiento térmico y acústico del inmueble. No solo afecta a nuestro confort, si no que un espacio mal aclimatado o con excesivo ruido afecta a nuestro descanso y a nuestra concentración, lo que deriva en problemas de ansiedad, estrés y fatiga mental.

Performance Verification realizada por el equipo de ITG-WELL.
¿Cómo evitar el síndrome del edificio enfermo?
Priorizar la iluminación natural; utilizar materiales y equipamiento adecuado; instalar un correcto sistema ventilación natural o disponer de un buen aislamiento son prácticas constructivas posibles hoy en día desde el punto de vista técnico.
Los certificados como WELL, enfocados en fomentar la salud en los edificios, sirven como guía para aplicar requisitos y medidas que eviten cualquier trastorno en el bienestar de las personas. Además, las Performance Verification que se realizan in situ, como paso previo a la certificación, permiten medir el estado actual del edificio en aspectos que impactan directamente en la salud.
También es posible medir y evaluar la calidad del aire interior con sistemas de monitorización que nos avisan cuando el ambiente está cargado o es necesario ventilar un espacio. En ITG-WELL disponemos de mecanismos y sistemas propios para garantizar que ocupamos espacios seguros.