Cada 5 de junio celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha internacional que nos recuerda la necesidad de cuidar de nuestro planeta y sus ecosistemas. El cambio climático no afecta únicamente a nuestro entorno, sino que impacta directamente en la salud de las personas y pone en riesgo nuestra propia supervivencia.
La pérdida de ecosistemas y vida silvestre ha provocado un repunte de ciertas enfermedades, ha empeorado la calidad ambiental en numerosos territorios y ha rebajado la resistencia a los antimicrobianos de muchas personas. Ante esta perspectiva se ha desarrollado la estrategia global One Health, Una Sola Salud en castellano, que reconoce la interdependencia entre la salud humana, la salud animal y el cuidado medioambiental.
El enfoque One Health ofrece una visión colaborativa e interdisciplinaria que integra conocimientos de medicina humana, veterinaria, biología, ecología o salud pública; con el objetivo de prevenir y controlar enfermedades o situaciones que perjudiquen a humanos, animales o al entorno natural.
La sostenibilidad, la comunicación y las medidas de vigilancia y prevención son fundamentales dentro de las políticas One Health, que cada vez son más habituales gracias al apoyo de entidades como la OMS (Organización Mundial de la Salud), la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations) y el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
Se estima que adoptar políticas bajo el enfoque One Health permitirá prevenir brotes de algunas enfermedades, reducir el uso de antibióticos en la ganadería, proteger hábitats estratégicos y fomentar políticas de desarrollo urbano más saludables. En definitiva, cuidar de nuestro planeta también significa cuidar de las personas que lo habitamos.
La influencia del entorno en nuestra salud
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que aproximadamente el 24% de todas las muertes a nivel global están vinculadas con factores ambientales evitables. Esto implica que casi uno de cada cuatro fallecimientos podría prevenirse con una gestión más responsable del entorno. Las enfermedades respiratorias, cardiovasculares, infecciones gastrointestinales y ciertos tipos de cáncer están directamente asociadas con la exposición a contaminantes y condiciones ambientales degradadas.
Algunos factores ambientales que impactan directamente en nuestra salud son la contaminación atmosférica, responsable de 7 millones de muertes prematuras al año, el agua contaminada, la exposición prolongada a metales pesados o los productos químicos industriales. Una mala preservación del entorno, el exceso de industrialización de un territorio, la deforestación o la pérdida de biodiversidad, pueden agravar la presencia de este tipo de factores.
Los edificios en los que vivimos y trabajamos también cumplen una labor fundamental. Más del 55% de la población mundial vive en zonas urbanas, y se espera que esta cifra supere el 68% para 2050. Por ello, la calidad del entorno construido se ha convertido en un factor determinante de salud.
La arquitectura, la planificación urbana y el diseño de los espacios donde trabajamos, vivimos y nos desplazamos tienen un efecto directo sobre nuestra salud física y mental. Por este motivo, certificaciones como WELL, especializadas en mejorar la salud y el bienestar, buscan medir y mejorar elementos como la movilidad, la calidad del aire interior, la calidad del agua o el acceso a iluminación natural y zonas verdes.